Cuando un corazón es extraído del cuerpo de un donante inmediatamente debe guardarse a 4 grados de temperatura en una nevera; no puede congelarse porque pierde movilidad, el hielo produce cristales que cortan su estructura celular. El corazón va flotando en un líquido de preservación, así puede ser trasportado en custodia hasta la sala de cirugía donde está preparado el paciente que lo espera.
El traslado no puede tardar más de 5 horas, ya que ese es el tiempo de isquemia del corazón, es decir, el lapso que puede resistir por fuera del cuerpo. Sea donde sea que se encuentre el donante, sea donde sea que se encuentre el receptor, ese es el tiempo con que cuenta el equipo médico para activar un gigantesco operativo que rescate con éxito el órgano.
La orquesta de la salvación
“Todo funciona como una orquesta sinfónica”, así define el proceso Luis Armando Caicedo Rusca, médico jefe de la Unidad de Trasplante de Órganos y Tejidos de la Fundación Valle del Lili, que funciona desde el 1994. Una orquesta sinfónica que puede tener hasta 80 músicos ejecutando al tiempo una misma obra. En el caso de los trasplantes, debido a su complejidad, se necesita un alto nivel de sincronía para llevar a cabo solo uno de estos procedimientos en los que pueden llegar a participar hasta 150 especialistas.
La sinfonía de la salvación, paradójicamente, depende de un doloroso preludio: el momento en que alguien fallece por muerte cerebral y es considerado potencial donante. Estos casos se repiten en personas que sufrieron una lesión del sistema nervioso central causada, la mayoría de veces, por traumatismos como accidentes de tránsito, o heridas por arma de fuego; aunque hay más causas.
El equipo médico que se encarga de los casos debe comunicarse con la Red Nacional de Donación y Trasplante de Órganos y Tejidos, informando de la existencia de un paciente con las condiciones establecidas por la ley para ser un posible donante. Acto seguido, el anuncio pasa a los Coordinadores de Donación y Trasplantes que trabajan en las 6 regionales a nivel nacional; uno de ellos debe acudir al lugar donde se encuentra el potencial donante.
La tarea de un Coordinador de Donación y Trasplantes es, probablemente, la más complicada del proceso, y con tener buen tacto no es suficiente: son ellos quienes abordan a los familiares en su momento de duelo. Una circunstancia que solo profesionales capacitados pueden hacer, lo que fundamenta que los coordinadores de la Fundación Valle del Lili tengan un máster internacional en Donación de Órganos y Tejidos con la Organización Nacional de Trasplante en España y un diplomado, único en Colombia, en Coordinación Operativa en Donación de la Universidad ICESI; además, tienen formación humanizada en comunicación de situaciones críticas. Los resultados del sistema de humanización son esperanzadores, puesto que de 44 casos en los que interviene un coordinador en el Valle, en solo uno, la familia se niega a donar los órganos de su ser querido.
En Colombia, a pesar de la Ley que estableció la donación obligatoria, el acompañamiento de los Coordinadores resulta fundamental para ayudarle a ver a los familiares que el proceso de donación y trasplante es completamente transparente. Luchar contra las dudas y la desinformación sigue siendo el primer paso del proceso, aún hoy. En la actualidad, Colombia ocupa el puesto 20 en el mundo entre las naciones donde se hacen trasplantes. En España se cuentan 48 donantes por cada millón de habitantes. En Colombia, 8.
Al respecto, el doctor John Bernardo Ortiz Micolta, Coordinador de Donación y Trasplantes, resume la situación: “En Colombia hay donantes de órganos y tejidos todos los días, lo que no hay es cultura de la donación y sin esto, cuando una familia dice no, también puede que se acabe la oportunidad de vida de otra persona”.
De las más de 2500 personas que en toda Colombia están en lista de espera para un trasplante, se estima que 400 viven en Cali. Al menos 15 o 20, esperan por un hígado. Otras 2, por un intestino. Diez de ellas, por un páncreas. Siete, un corazón. Tres, aguardan un pulmón.
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Una relación para siempre
Para llevar con éxito un trasplante, la Fundación Valle del Lili pone a disposición toda su infraestructura y personal: en su momento han llegado a estar en uso simultáneo 8 salas de cirugía, de las 12 que tiene la institución. En cada una de ellas, varios equipos de cirujanos toráxicos, abdominales, entre otros, acompañados de enfermeras y auxiliares de quirófano, son quienes se encargan de interpretar la partitura para que suene la música del milagro.
Uno de esos milagros se llama Eliana Moreno Ospina y hace 12 años recibió un trasplante de riñón. Estuvo dos meses hospitalizada mientras el órgano se adaptaba a su cuerpo, pero muchos pacientes tardan menos de una semana en asimilar el trasplante. No obstante, allí no acaba la historia, porque los pacientes emprenden una relación de por vida con la institución clínica, necesario para su renacimiento: un control mensual de su estado de salud, y seguimientos de la forma en que su cuerpo acepta la presencia del órgano. Por ello quedan medicados siempre con inmunosupresores, para evitar que el sistema inmune del organismo lo rechace.
Al día de hoy, ya son más de 3000 trasplantes realizados en la historia de la Fundación Valle del Lili. El doctor Luis Armando Caicedo, uno de los fundadores de la Unidad de Trasplantes, lo sintetiza con orgullo: “Hemos ayudado a dar oportunidades de vida, porque gracias a esos donantes y la generosidad de sus familias, muchos de los niños que ayer necesitaban un órgano para salvar su vida, hoy son adultos profundamente agradecidos que lograron vivir con normalidad”.
