Así nació Tardes Caleñas, la marca que une a la familia


Tardes Caleñas evoca unión, disfrute, diversión y nostalgia para las familias vallecaucanas. Historia de una marca que durante más de 60 años se ha convertido en una tradición que se ha quedado grabada en el corazón de la región.

Si existe una marca tan vallecaucana como el pandebono, esa es Tardes Caleñas. Su origen se enmarca en una de esas historias ejemplarizantes, construida a punta de tesón, constancia y mucho amor por lo que se hace. Todo comenzó en 1958, cuando Luis Hernando Montoya y su esposa Alicia Guevara, fundaron un pequeño negocio, al frente de la Plaza de Toros de Cañaveralejo, que había sido inaugurada tan solo un año atrás. 

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La pareja llegó al lugar cargando un exquisito secreto: la fórmula que don Luis Hernando heredó de sus abuelos y bisabuelos  para elaborar lo que en tiempo antiguos se denominaba ‘pan de maíz añejo’, y que luego dio origen al patrimonial y delicioso pandebono. 

El nombre del lugar no pudo ser más poético y pertinente: Tardes Caleñas, pensando en esa costumbre de los caleños de salir en las tardes a disfrutar de la fresca brisa vespertina.

En compañía de su esposa y de sus hijos, don Luis Hernando comenzó a  ofrecer el exquisito manjar, al cual agregó también empanadas y chuzos, que pronto se convirtieron en una atractivo gastronómico,  especialmente para las familias que los fines de semana regresaban de los tradicionales paseos a los ríos de Pance y Jamundí. Y fue ese ritual tan caleño de pasear y compartir en familia, que visitar Tardes Caleñas se volvió una tradición que  ha pasado de generación en generación.

Pero la tradición fue evolucionando. En 1984 Gustavo Humberto Montoya Guevara, el hijo de Luis Hernando, asumió el timón de la marca, y decidió darle nuevos aires al negocio familiar, agregándole una carta más ‘gourmet’ con comidas y carnes asadas, y ofreciendo nuevos atractivos como presentaciones de grupos musicales en vivo, todo ello, conservando el espíritu familiar con que se fundó.

Poco a poco, el lugar se convirtió en el espacio ideal para celebrar cumpleaños, grados, despedidas, matrimonios y todo tipo de eventos sociales. Un punto de encuentro familiar para  disfrutar de felices momentos, en un ambiente acogedor y alrededor de deliciosos platos. Con el paso del tiempo, la sede en Cali fue reubicada y actualmente funciona en el sector de la Cámbulos, al sur de la ciudad.

A la conquista de Rozo

Hace 20 años, Gustavo Montoya Guevara, en compañía de su esposa Martha Lucía Quintero Escobar, abrieron en el corregimiento de Rozo, en Palmira, una nueva sede de la marca, conformada por un quiosco restaurante y una piscina. Con el mismo espíritu que tuvieron los fundadores  de la marca décadas atrás, la nueva propuesta logró calar bajo el concepto de Acuaparque Tardes Caleñas, un complejo gastronómico y turístico para el sano esparcimiento de las familias.

El lugar ocupa en la actualidad 120.000 metros cuadrados, que incluye, atractivos como tres torres de toboganes, piscina con olas, tarzanera, juegos infantiles y siete restaurantes, así como un hotel, ampliando así su oferta de valor a los visitantes. 

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La expansión de la marca, también ha traído beneficios a la comunidad, pues entre sus sedes de Rozo y Cali, Tardes Caleñas genera más de 300 empleos directos. 

Se trata de un aporte que  en especial, para la comunidad de Rozo, es una valiosa oportunidad para que las familias mejoren su calidad de vida. 

Eso le permite a Tardes Caleñas contar con un grupo humano, amable, que le pone mucho amor a lo que hace y que está dispuesto para consentir a todas las familias que llegan a su sede.

Todos estos atractivos han hecho de Tardes Caleñas un destino apetecido no solo por los caleños y vallecaucanos, sino por turistas de otras regiones del país y del exterior, que encuentran en este lugar lleno de hermosos jardines y de encuentros lúdicos con el agua, un lugar para reconectarse con la belleza y la armonía de la naturaleza.

De este modo, Tardes Caleñas se convirtió en esa marca  de corazón que evoca nostalgia, tradición y diversión; que convoca a esos abuelos, que cuando eran niños, disfrutaron de los pandebonos que le dieron origen  hace más de seis décadas, y que hoy llegan al lugar para compartir con sus hijos y nietos una amplia gama de posibilidades para el encuentro y la integración de la gran familia vallecaucana.

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