Esta es la historia de una marca que desde hace 32 años revolucionó el modo de preparar alimentos y purificar el agua. Y es que la cocina es el corazón del hogar. En ese espacio se cuecen momentos que van más allá de sabores, aromas y texturas, porque son instantes del alma. Entonces, lo que allí sucede generalmente dura para siempre.
Para poner a funcionar esa ‘fábrica’ de recuerdos, desde hace más de treinta años los vallecaucanos cuentan con una marca que poco a poco se ha ido convirtiendo en parte del ‘mobiliario’ tradicional de las familias de esta región: Bel-O’Matic, que con sus baterías de cocina, autoclaves domésticas, purificadores de agua, y accesorios de cocina de alta calidad, se posicionó como un sello de duración y economía para los hogares del país.
La historia de Bel-O’Matic empezó en 1987, cuando nueve caleños expertos en mercadeo y ventas, aceptaron la propuesta de instalar en Cali una franquicia de la marca, cuya sede principal estaba en Nueva York.
El nombre es una construcción pensada en la búsqueda universal de un gancho fonético, algo que al escucharse refiriera directamente a los conceptos que quería asociar la compañía con sus productos: así pues, “Belo” es una alusión a “belleza”, mientras que el fragmento final, “matic” antecedido del apóstrofe tan usado en inglés, alude a la automatización, una tendencia mundial en la época.
Con el tiempo y la confianza de los clientes, que comprobaron las diferencias comparativas que en términos de rendimiento les daba Bel-O’Matic, la marca evolucionó y a su propuesta inicial se sumaron nuevos productos para cocina y comedor, elementos de acero inoxidable y de otros materiales, pero todos pensados en la minuciosa funcionalidad que requiere una cocina.