“Me están besando el trasero”: Trump se burla de líderes mundiales mientras impone aranceles históricos


El mandatario estadounidense asegura que más de 70 países lo están suplicando por acuerdos comerciales tras la entrada en vigor de los nuevos gravámenes.

Por: Redacción el Qhubo/Periodista Jhisús Chacín

Con una actitud desafiante y su ya característico tono provocador, Donald Trump convirtió una cena de recaudación de fondos en una plataforma para anunciar y celebrar el inicio de una nueva fase en su cruzada arancelaria. “Los países me están llamando, rogándome que lleguemos a un trato. Están desesperados, dijo entre risas, mientras imitaba a líderes mundiales suplicantes con frases como: Por favor, señor, haré lo que sea”.

En su intervención, el mandatario no se limitó a informar sobre la entrada en vigor de un conjunto de aranceles con efectos globales. Aprovechó la ocasión para ridiculizar públicamente a los gobiernos que han intentado negociar con Washington para evitar el golpe económico. “Me están besando el trasero”, soltó con descaro frente a una audiencia republicana que lo ovacionó.

Los nuevos aranceles son parte de una estrategia que Trump denomina como “recíproca”, aunque en la práctica representa un endurecimiento sin precedentes del comercio internacional. China será el país más afectado, con tarifas del 104 %, mientras que la Unión Europea enfrentará gravámenes del 20 % y otros más de 50 países tendrán que lidiar con tasas que van del 10 al 50 %. “Estamos haciendo una fortuna”, alardeó Trump, en referencia a los ingresos diarios que, según él, ya superan los 2.000 millones de dólares.

El discurso fue más que un mensaje económico; fue una exhibición de poder y de desprecio hacia las normas diplomáticas tradicionales. Trump insistió en que China está atrapada y que tarde o temprano llamará para negociar. “No saben cómo empezar, pero esa llamada llegará”, afirmó.

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Los efectos del nuevo paquete ya se sienten en los mercados: productos tecnológicos como el iPhone podrían alcanzar precios de hasta 2.300 dólares, mientras que los automóviles importados podrían encarecerse en más de 20.000 dólares, una señal de alarma para consumidores y economías interconectadas.

El impacto no se limita a los adversarios geopolíticos. Aliados históricos como España, Francia o Alemania también enfrentan medidas que amenazan sectores clave. Incluso figuras del empresariado estadounidense, como Elon Musk, han expresado su desacuerdo. El CEO de Tesla arremetió contra Peter Navarro, asesor de Trump y principal arquitecto de la política arancelaria, calificándolo de “imbécil”.

Este nuevo episodio de la guerra comercial marca no solo un punto de inflexión en la política económica de EE. UU., sino también un cambio profundo en el lenguaje con el que se ejerce el poder global. Para Trump, negociar ya no significa dialogar: significa imponer.

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