Un informe reciente de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) alerta sobre el impacto creciente de las tormentas de arena y polvo, que hoy afectan a más de 330 millones de personas en 150 países. Estas condiciones extremas no solo deterioran la calidad del aire, sino que también implican riesgos sanitarios y económicos de gran magnitud.
Cada año, cerca de 2.000 millones de toneladas de polvo son liberadas a la atmósfera, la mayoría desde el norte de África y Oriente Medio. Estos materiales pueden viajar miles de kilómetros, alcanzando zonas tan lejanas como el Caribe o Asia oriental. Aunque parte de este fenómeno es natural, factores como la sequía y la mala gestión del suelo y del agua lo están agravando.
En 2024, las concentraciones más elevadas de polvo se registraron en países como Chad, con niveles de hasta 1.100 microgramos por metro cúbico, cifra que supera ampliamente los estándares recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Otras zonas altamente afectadas incluyen Australia, Sudáfrica y el Atlántico tropical, donde el polvo africano cruzó hasta llegar al Caribe.
Además del deterioro ambiental, estas tormentas generan consecuencias severas para la salud pública. Un indicador conjunto de la OMM y la OMS reveló que entre 2018 y 2022, más de 3.800 millones de personas estuvieron expuestas a niveles peligrosos de polvo, lo que representa un incremento del 31 % frente a la década anterior. En las zonas más críticas, los residentes convivieron con estos niveles contaminantes durante más del 87 % de los días del año.
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El impacto económico también es considerable. Un estudio citado por la OMM indica que solo en Estados Unidos, en 2017, los costos derivados de la erosión y el polvo superaron los 154.000 millones de dólares, afectando sectores como la salud, la agricultura, la energía y el transporte.
Entre los episodios recientes más relevantes destacan los registrados en Canarias, China, Iraq y la península arábiga. En marzo, una tormenta provocada por vientos extremos en Mongolia cubrió de polvo ciudades del norte de China, como Beijing, donde la visibilidad se redujo a un kilómetro y la concentración de partículas superó los 1.000 µg/m³.
Frente a este panorama, la OMM promueve sistemas de alerta temprana y monitoreo, articulados a través del SDS-WAS, una red global con centros en Barcelona, Beijing, Yeda y Barbados. Estas iniciativas buscan minimizar el daño a las comunidades más vulnerables y mejorar la respuesta ante emergencias.
La Asamblea General de la ONU ha declarado el 12 de julio como el Día Internacional de la Lucha contra las Tormentas de Arena y Polvo y estableció el período 2025-2034 como el Decenio de acción frente a este fenómeno, reflejando la urgencia de actuar de forma coordinada a nivel global.
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