Las mujeres que cocinan sueños en la Galería Alameda


Tan camelladoras y alegres como Qhubo. Así son las cocineras de la galería Alameda, las encargadas de ponerle sazón a la plaza y quienes a punta de llenar corazones y barrigas cumplieron sus sueños.

La plaza de una ciudad es el retrato de un pueblo que trabaja incansablemente. La cara femenina de ese emblema son las cocineras, mujeres que entregan sus días para que la galería siga siendo el epicentro de sus sabores y saberes. Así es en la Galería Alameda, la plaza más popular de Cali, donde sus restaurantes rebosan el lugar con olores que cuentan la historia gastronómica de la ciudad.

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Galería Alameda
María Rosero (primera a la izquierda), Basilia (segunda a la izquierda), Martha Sofía (centro), María Julia (centro), Martha Cecilia (segunda a la derecha) y Ruby (primera a la derecha), comparten la satisfacción de haber cumplido sus sueños a punta de trabajo en la Galería Alameda. Foto: Giancarlo Manzano.

La cocina de las metas

Son las 10:00 de la mañana. María Rosero reposa sobre un mesón de baldosas blancas. Aunque la pandemia mermó el trajín del día, ella sigue levantándose a las 3:00 a.m. para abrir Jugos y Piqueteadero, su negocio en Alameda.

“Ya viene muy poca gente”, reconoce mientras cierra la vitrina abarrotada de carnes fritas. Huele a fruta y a fritanga, las especialidades que la han mantenido desde hace 25 años, cuando en una visita a la galería se enamoró del puesto y lo compró.

Desde entonces, a punta de su trabajo, la huilense educó a sus hijos y ahora a sus nietos. Como también lo hace María Julia Chapal, heredera del puesto Donde el Costeño. Mientras revuelca una carne en bistek, María Julia cuenta que está ahí desde hace 19 años, aunque el negocio es mucho más viejo. “Mi abuela se lo dio a mi madrina y ella a mi mamá. Ya luego lo cogí yo”, relata.

Ese es su orgullo. No le importa que la jornada dure casi 12 horas. “Me apasiona la cocina. No me da duro… y menos si pienso en mi meta de educar a mis cuatro hijas”, reitera.

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Al que le gusta le sabe

Basilia Murillo rellena de números un cuaderno, que reposa en una mesa de madera. Recuerda que la plaza le ha cumplido un sueño que pensó inalcanzable: viajar. Cuando abrió su negocio de comidas del Pacífico, hace 38 años, buscaba sobrevivir. Ahora es uno de los más conocidos de Alameda.

Es un día tranquilo, pero para ella, el más extenuante. “Cuando estás ocupado, haciendo lo que te gusta, es más relajado”, explica. A Basilia, de 51 años, morena y con turbante en su cabeza, le tocaron muchos de esos días, cuando “los supermercados no se habían llevado a la clientela”, dice.

A esa misma época se refiere Ruby Micolta, otra cocinera de vieja data, quien afirma que en la actualidad “es más suave”. “Antes, la gente venía a comer a las 2:00 a.m.”, cuenta.

Galería Alameda
Las cocineras de la Galería Alameda se caracterizan por ser amables, alegres y apasionadas por su oficio. Foto: Giancarlo Manzano.

Ella llegó a los 30 años, procedente de Tumaco, donde aprendió a cocinar junto a su papá. Primero vendió chontaduro y luego montó su restaurante, que abre desde las 4:00 a.m. para recibir comensales ansiosos de su particular sopa de pandebono.

Le encanta mimarlos, dejar a la gente repleta de amor. Dice que si su cocina le ha permitido tener la casa que soñó ha sido por dos razones: la sazón y la amabilidad.

Comparte eso con Martha Sofía, mesera en el Restaurante de Patolín. Llegó hace seis años y desde entonces se hizo notar. Se lleva a los clientes con su carisma. Ella lo sabe y lo aprovecha: “Me gusta que la gente sienta que uno está contento”, dice.

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Así mismo luce Martha Cecilia, una nueva cara de la cocina de la plaza, que junto a su esposo montaron el Gusto Español de Valle Mar, hace un año. Ahora, con mucho más trabajo por la pandemia, están entregados a esa cocina, “asumiendo los retos que pone esto”, dice.

María, María Julia, Basilia, Ruby, Martha Sofía y Martha Cecilia, mujeres en distintos momentos de la vida, comparten un amor a la cocina que las ha hecho trabajadoras de talante invencible y sobre todo, hacedoras de sueños que saben a comida de plaza

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