Una promesa llevó a la quiebra a un comerciante en Cali


La fe en Dios es la que tiene de pie al comerciante Álvaro Fernando Aguado.

El jueves 16 de diciembre, Álvaro Fernando Aguado, un reconocido comerciante del centro de Cali, deberá cumplir una orden de desalojo y entregar la última propiedad que le queda y que hasta hoy en día es la única fuente del sustento económico de él y sus hijos.

La vida de este hombre de 60 años de edad cambió de manera abrupta cuando el 19 de noviembre de 1999 un incendio dejó en cenizas su negocio Pinturas La Octava, ubicado en la Carrera 8 con Calle 21, en el centro de Cali.

Las pérdidas ascendieron a más de 600 millones de pesos. Según las investigaciones de los peritos y del Cuerpo de Bomberos, el fuego se originó tras un corto circuito.

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En medio del desastre, viendo como todavía salía humo del lugar, los ejecutivos de una compañía internacional de la cual Álvaro Fernando era, desde hacía 10 años, distribuidor mayorista, se acercaron para preguntarle como respondería por la mercancía que se había quemado.

Aún con miles de lagunas en su cabeza, el comerciante les supo responder que él no había muerto y que seguiría trabajando.

“Hay un seguro y con él voy a responderle a todos mis proveedores”, insistió.

Dos semanas después se le presentaron de nuevo y allí le indicaron su interés de ayudarle. Para continuar alquiló un local contiguo y creó una nueva empresa: Pinturas la Octava & Cía Ltda, la cual amparó con unas propiedades de su familia.

Una promesa llevó a la quiebra a un comerciante en Cali

Para respaldar los 300 millones de mercancía que le enviaría la multinacional, propuso una venta con pacto de retroventa.

“Esto consistía en garantizar con dichas propiedades que esos 300 millones que me iban a despachar quedaban amparados.

Se montó el local, pero la sorpresa es que me quede esperando que despacharan la mercancía.

Pasó un año y empezaron a cobrarme la plata del incendio, yo les pedía que me despacharan la mercancía para poder trabajar y solo me decían que estuviera tranquilo, pero en medio de eso se me empezó acabar el mundo”, contó.

Sus negocios se vinieron a pique, no tenía con que trabajar y era imposible sostener toda la carga prestacional y de nómina mientras se resolvía el pago de la Compañía de Seguros por el incendio.

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Pero las desgracias no llegaron solas. Uno de sus hijos sufrió una grave enfermedad que afectó uno de sus riñones y el banco empezó a quitarle sus propiedades: primero fue una donde vivía uno de sus hermanos, luego perdió la casa que habitaba junto a su esposa y sus hijos en el barrio San Antonio, luego perdió la propiedad de la Nueva Floresta donde vivía un hermano que tiene condición de discapacidad.

A esto se sumó también que por culpa del proceso de construcción del MIO perdió otra propiedad en la 34 con 15, esquina.

Álvaro ya no podía más. La vida se le iba en cada caída. Las depresiones, el perder su matrimonio y el no saber qué camino tomar para salir de la crisis, lo llevaron un día a intentar suicidarse.

Una promesa llevó a la quiebra a un comerciante en Cali

A la espera de un cambio

Sus amigos le insistieron que se levantara y así lo hizo. En su camino encontró una abogada que le recomendó que para poder rescatar la última propiedad que le quedaba (en la Carrera 8 con Calle 21 donde montó su negocio después del incendio), debía hacerlo mediante un proceso de prescripción. Además, debía demostrar que habían permanecido más de 20 años en ese lugar.

“Un juez no pudo ver que llevábamos más de 20 años ahí y debemos desocupar el 16 de diciembre. Lo que queremos es que la Fiscalía 34 nos escuche, que verifique que hemos estado aquí mucho tiempo y que de paso al proceso de denuncia penal que se instauró para tratar de rescatar esa propiedad. Estoy perdiendo lo último que le queda a mi familia, a mis hijos”, insistió.

A pesar de todo, Álvaro Fernando Aguado sigue tratando de abrirse camino en el mundo comercial, pero no es fácil. Todas estas situaciones han llevado a que los bancos le cierren las puertas. Desde hace 24 años no tiene la posibilidad de acceder a un crédito por haber servido de fiador a una empresa. “Lo único que hoy tengo es fe en Dios, las ganas de salir adelante y la esperanza que un juez nos escuche y todo pueda cambiar”, puntualizó.

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